El objetivo es que los androides resulten menos chocantes para los seres humanos y esto solo se puede lograr uniendo arte y robótica.
Uno de los problemas de la robótica es el impacto que causan las máquinas en las personas. Al igual que en el siglo XIX y principios del XX la visión de un coche propulsado a motor provocaba el asombro y la desconfianza de la gente, hoy resulta chocante ver un robot con aspecto humanoide que se desenvuelve por sí solo, sin ayuda de un ser humano. Y lo cierto es que por lo general los robots no están hechos para gustar a las personas sino para realizar tareas de forma lo más eficientemente posible.
Sin embargo, en cuanto la robótica se dirige a un público masivo pasa a convertirse en una tecnología de consumo más. Como tal no solo es necesario que funcione, también importa que los usuarios sepan usarla fácilmente. Con los robots las obligaciones de una persona pueden ser más bien pasivas, pero lo que está claro es que la tecnología tiene que adaptarse a su consumidor.
Este factor de adaptabilidad de las máquinas es casi tan importante como su eficiencia. Pues de nada sirve una máquina capaz si genera rechazo en quien la va a utilizar. Es el caso de los robots destinados a trabajar entre los humanos. Un estudio de la Queensland University of Technology (en Australia) apunta que desde 2005 la llamada ‘robótica social’ ha supuesto el 80% del crecimiento en el campo de las máquinas autónomas, mientras que los robots industriales representan el otro 20%.
Pero la robótica no lo tiene fácil para adaptarse a los consumidores. En un campo donde prácticamente solo trabajan hombres se echan en falta las aportaciones femeninas en los resultados finales. Mari Velonaki es una de las pocas mujeres metidas en esta industria. Además, su formación artística le permite ofrecer una perspectiva más fresca a la hora de enfocar la investigación.
El caso de Velonaki es una excepción pero demuestra el valor que aporta lo femenino en un mundo tan constreñido a lo masculino por lo general. Su visión es muy distinta a la de los ingenieros. En 2006 el Centre for Social Robotics, en Australia. Solo el título ya indica la orientación del mismo. Velonaki cree que combinando arte y robótica se puede dar con una fórmula que integre la eficiencia de la ingeniería con el atractivo que tiene el arte.
Dos de las creaciones en las que se puede apreciar la mano de Velonaki sonGeminoid-F, un androide cuyo aspecto se inspiró en el de una actriz japonesa, yDiamandini, también un modelo femenino de 155 centímetros de altura. Este se ha paseado por galerías y museos de todo el mundo y ha ayudado a entender cómo reacciona la gente ante un robot de estas características.
Geminoid-F fue el objeto de un estudio que involucraba a personas de Japón y de Australia. La androide invitaba a los participantes en el experimento a mover una caja o a estrechar su mano entre otras acciones. De esta forma se comprobó en qué grado confiaba la gente en una máquina de este tipo. Y, por cierto, los australianos confiaban más en Geminoid-F (moldeado a imagen y semejanza de una actriz nipona) que los japoneses.
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